martes, 15 de marzo de 2011

Despedida


Yo suelo salir por la puerta grande, siempre.
Es decir, para esto de las despedidas o te vas con bombo y platillo o mejor te quedás quieta y te salís por la puerta de atrás.
Esto lo teníamos en cocción desde hace casi un año. Era mucho para mí, que no he tenido una relación más allá de los 10 meses; y era mucho para él que tenía algo "alterno". Así que dejamos que las estrellas hablaran. Según lo que te rige, no podemos estar juntos.
Así que era la verdad anunciada desde hace rato, pero a la que me negaba buscarle solución.
Me voy entonces por la puerta grande: sin cargo de conciencia, con los labios llenos de tus besos, mi piel tapizada de tus caricias, mis oídos cargados de tus palabras (incluyen un "te amo") y la certeza en mi calendario de haberte querido con demasía. Gracias.
Porque de las noches no tengo queja, no puedo más que decir que Gracias. Tu pasión llenó cada rincón de mi ser.
Ni siquiera vale la pena llorar, porque no me duele haber sido yo contigo, no me duele, no me pesa, no pasa nada. Sé perfectamente que estuve y estaré en tus recuerdos. Gracias.
Calamaro suena fuerte y claro en mis oídos y no puedo decir más que: La moneda cayó por el lado de la soledad. Entonces, no me queda más que disfrutar esto que me tocó, esto que vivo y que siento tan grande. Porque estoy segura de que no nos cruzamos en vano, no en esta vida, ni en la que sigue.
Gracias, me largo por la puerta grande, la ancha, la de la satisfacción.