martes, 5 de marzo de 2013

Las segundas vueltas

Las segundas partes siempre son malas. Siempre.
Por ejemplo, la segunda vez que vas a un restaurante ya sabés cuál es su especialidad, conocés a los meseros, ya sabés dónde queda. Si algo salió bien o mal, ya los sabés.
Cuando comprás un shampoo, por segunda vez, el efecto ya no es el mismo. Así también si le echás agua, ya no, ya no sirve.
Otro ejemplo sería que la segunda vez que te colocás ese par de zapatos (que te dañaron los pies) lo volverán a hacer hasta que te sintás bien. Cuesta, ya sabés a qué te enfrentás.
Puedo seguir. Con una dirección pasa igual. Vas la primera vez y te perdés. En la segunda, sabés llegar, ya la conocés. Es fácil. Sucede muchas veces que en la primera sentís largo el trayecto, pero en el segundo recorrido te das cuenta que no era tan largo como lo percibiste, era más sencillo. Ya lo sabés.
¿Va quedando claro mi punto? Siempre, la segunda vez es mala. Así como la primera no se olvida, la segunda debería de estar prohibida
En el cine se da seguido. Fórmulas cinematográficas buenas cuya segunda parte es mala o películas malas que reivindican su malograda trama en la segunda vez. Me da miedo nombrar las que han sido así de pésimas porque sería revelar que las vi. Así dejémoslo.
Mi idea es que todo esto, que por segunda ocasión sucede; pierde magia, misterio, secreto. Aplica exactamente para las relaciones. Las segundas veces deberían ser prohibidas. Ya sabemos el final. No me digan que "Algo queda", "que donde hubo fuego, cenizas quedan"; porque de igual manera quedó una roncha no supurada. Nadie puede decir que se termina "En buenos términos". El único buen términos es que NO FUNCIONAN JUNTOS.
Los ex son eso: una historia pasada. Regresar sería muy parecido a ver "Sexto sentido" por segunda vez, ya sabés que Bruce está muerto. Ya no impacta.