viernes, 13 de enero de 2012

Alex, mi penúltima decisión

He decidido a veces no irme en cierto autobús. He decidido echarle o no azúcar a un café. He decidido hacer algo en particular o no, ir a una reunión, asistir a misa. Todas las decisiones me han costado algo, a menor o mayor escala, pero han tenido su precio.
Ahora bien, mi penúltima decisión tiene nombre y apellido: Alexander. Yo acababa de salir muy mal de una relación. Él y yo nos conocimos hace tiempo atrás y lo detuvo el acercarse a mí porque pusieron una barrera falsa entre nosotros; pero eso es otro cuento. Al fin se dio la oportunidad y comenzamos algo, una relación. Con toda la disponibilidad del mundo quiso darme el cariño o el amor que me corresponde. Y tomé una decisión. Él ahora representa una de las más caras.
Se vino una de las crisis más fuertes de salud que he tenido en mi vida y decidí: alejamiento. Mi maldito orgullo decidió que yo tendría que enfrentar esto sola, no con Álex, sola. Como todo, lo he dicho, tendrá un precio, este fue el que me tocó pagar: ya no está, ni quiere estarlo. Álex ha representado, como lo dije, mi penúltima decisión.
Acepto tu propuesta: seamos amigos. El costo por el momento son las lágrimas que caen sobre este teclado. Me arrepiento, me duele y sé que escribir esto me traerá otro costo, pero como lo mío es el riesgo, acá estoy. Gracias porque fuiste especial y por hoy el precio será este y mi última decisión será la clausura de este corazón que ha tomado decisiones con alto costo, como vos. Sé que tendré reproches por haberlo publicado, aplausos y demás, pero igual, la decisión está tomada y no me retracto de nada de lo escrito acá.