Si de algo no sé es de fútbol. Hija de un profesor de
educación física y jugador de las canteras del FAS, no me avergüenza escribir
[y decir] que no sé de fútbol.
A duras penas me emocioné con el mundial de Japón y Corea
del Sur en el 2002. Tanto que escribí una única columna en el periódico de la
universidad. Le seguí la pista e hice mi quiniela para esa oportunidad. Admiro
a tipos como Milovan, Buffón, Baggio, Zidanne, Bekenbauer, Higuita, Cantoná y
así... y ni siquiera les sé la gran trayectoria, sé sus nombres, sé de sus caracteres,
sé que jugaron en sus selecciones respectivas. Milován es el Rey de los
técnicos, para mí. Pero igual, no sé más nada.
Aprecio una buena jugada, disfruto un gol con
"chanfle". Conozco - medianamente- la táctica para distribuir a los
jugadores en el campo de juego y cuáles son las faltas que acarrean una tarjeta
amarilla o roja. Aún así, no sé de fut.
Entonces, ¿por qué utilizar una entrada del blog para
escribir de ello? Es que uno de estos días escribí en mi perfil de FB lo
siguiente: "Ahora sí es octubre, esto va agarrando "envión".
Pásenla bien y que el viento, hoy sí, sople a favor" y hubo un comentario
de este nivel: "No nos demos paja que El Salvador no tiene fútbol para ni
mierda" No sé dónde diablos este tipo [cabeza de troglodita] vio el tema
del futbol por algún lado. Y es que no soy de quienes en la efervescencia del
deporte [ni de ningún otro tema] escribo. Sobre todo, cuando todos/as se creen
analistas deportivos, yo soy afición; cuando los otros son analistas políticos,
yo soy pueblo; cuando la gente es teóloga, yo soy feligrés. Creo, firmemente,
en hablar [o escribir] sí y solo sí se conoce del tema. De lo contrario, parecés
un idiota visceral.
Tiene la culpa además Galeano pues con "La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí" [parte de su Fútbol a sol y sombra] me hizo comprender que el engranaje complicado de este deporte lo compone tanto la plata que producen las marcas, los
patrocinadores, el derroche en los mundiales, la construcción de estadios, la
inocencia de los seguidores, las entradas, la parafernalia, los himnos, la
camiseta, el ritual; pero no hay más. Por lo menos, hasta donde mis ojos ven.
Así que me van a disculpar si mis estados no hablan de
cuánto quedamos, ni de cuántos puntos llevamos en las tablas, si es apertura o
cierre de alguna copa, si de tal o cual jugador debe de entrar al terreno, si
la táctica es buena o mala, de si el técnico tuvo o no que hacer sus “movidas”.
No, no soy de esas. Soy de las que el fútbol se me acaba cuando finaliza el
partido en donde está mi papi a sus 66 años tratando de hacer lo que los
grandes han hecho en sus tiempos de gloria. Para mí el fútbol es eso.