Uno de estos días, ni me pregunten por qué, hablábamos de tallas. A unas pueden torturarlas, a otras, no. El punto es que una conversación entre Karla Rauda, Mariana Belloso y yo provocó que hoy me siente a escribir de esto.
Mi papá me involucró en todos los deportes que pudo: baseball (sí, el de los niños, no esa culerada de softball) fútbol, volleyball, kickball, basketball, frontón y así... siempre lo hice al estilo masculino. Así que mi cuerpo fue "atlético" hasta que descubrí los placeres del sedentarismo y puesí, mi cuerpo alcanzó el monumental peso de 207 libras. A mis 1.50 mts. eso es un sobrepeso mórbido. Las tallas, ahí, se volvieron una tortura.
Recuerdo que para el aniversario de la radio anduvimos buscando vestidos para la ocasión con mis compañeras. Llegamos a Favio´s y la encargada de la tienda le dijo a una de mis compañeras (mientras yo estaba en el vestidor) que ellas no tenía ropa para ballenas. Así, no me lo invento. Para desgracia mía lo logré escuchar, y ver, detrás de la cortina. Iba saliendo a decirles que la blusa no me quedaba. Las tallas estigmatizan.
En el 2009 me dije: ¡Basta, esto se acaba ya! y me metí a un programa de reducción de peso que en el 2010 me llevó a pesar 117 libras. Fueron 90 libras menos, otra persona, me dijeron por ahí. Y entonces, hice la terapia del vaciado: ropa que era muy grande a la donación. Se fueron varias blusas aseñoradas, pantalones (tallas masculinas) y ropa que nunca me puse porque realmente eran tallas exorbitantes y que me las regalaron creyendo que yo era enorme. Ya las tallas, decía, no me preocupaban.
Pero en el 2011 el efecto rebote me hizo subir. Desde ese momento, hasta hoy, son 145 libras. Usted dirá: eso no es mucho. Sí, podrá no ser el problema. No será mucho, pero aún voy y busco en tiendas como Zara, Pull & Bear y otras, ropa para esta mujer que tiene 62 libras menos que hace 3 años y aún no encuentro. Así que esto de las tallas podría seguir siendo un problema.
Porque los cuerpos no son iguales. Mis senos no son los del maniquí. Mis piernas no son las de esos muñecos sin vida. Las tallas torturarán a quien se deje. Yo decidí, entonces, pasar de preocuparme de esas cifras a hacerlo por la comodidad y dejo para las ocasiones especiales los vestidos elegantiosos y las tallas reducidas.
Mi papá me involucró en todos los deportes que pudo: baseball (sí, el de los niños, no esa culerada de softball) fútbol, volleyball, kickball, basketball, frontón y así... siempre lo hice al estilo masculino. Así que mi cuerpo fue "atlético" hasta que descubrí los placeres del sedentarismo y puesí, mi cuerpo alcanzó el monumental peso de 207 libras. A mis 1.50 mts. eso es un sobrepeso mórbido. Las tallas, ahí, se volvieron una tortura.
Recuerdo que para el aniversario de la radio anduvimos buscando vestidos para la ocasión con mis compañeras. Llegamos a Favio´s y la encargada de la tienda le dijo a una de mis compañeras (mientras yo estaba en el vestidor) que ellas no tenía ropa para ballenas. Así, no me lo invento. Para desgracia mía lo logré escuchar, y ver, detrás de la cortina. Iba saliendo a decirles que la blusa no me quedaba. Las tallas estigmatizan.
En el 2009 me dije: ¡Basta, esto se acaba ya! y me metí a un programa de reducción de peso que en el 2010 me llevó a pesar 117 libras. Fueron 90 libras menos, otra persona, me dijeron por ahí. Y entonces, hice la terapia del vaciado: ropa que era muy grande a la donación. Se fueron varias blusas aseñoradas, pantalones (tallas masculinas) y ropa que nunca me puse porque realmente eran tallas exorbitantes y que me las regalaron creyendo que yo era enorme. Ya las tallas, decía, no me preocupaban.
Pero en el 2011 el efecto rebote me hizo subir. Desde ese momento, hasta hoy, son 145 libras. Usted dirá: eso no es mucho. Sí, podrá no ser el problema. No será mucho, pero aún voy y busco en tiendas como Zara, Pull & Bear y otras, ropa para esta mujer que tiene 62 libras menos que hace 3 años y aún no encuentro. Así que esto de las tallas podría seguir siendo un problema.
Porque los cuerpos no son iguales. Mis senos no son los del maniquí. Mis piernas no son las de esos muñecos sin vida. Las tallas torturarán a quien se deje. Yo decidí, entonces, pasar de preocuparme de esas cifras a hacerlo por la comodidad y dejo para las ocasiones especiales los vestidos elegantiosos y las tallas reducidas.