martes, 4 de septiembre de 2012

Lecciones bien aprendidas

Estuve escuchando hoy sobre las horas de sueño que "deberíamos" tener. Es triste. En mi caso duermo menos de lo que mi cuerpo necesita. El locutor en cuestión hacía una comparación con el león. Este, después de comer, hace una siesta que dura toda la tarde. La verdad se vino como vómito: nos hemos acostumbrado. Sí, la costumbre se hizo ley.
Es patético cómo, si inmutarnos si quiera, aceptamos esto como realidad. Aspiramos humo de los buses, así como brisa matutina. ¿Te invito a andar en bicicleta en el volcán? (aquí ponga su cara de tornillo) ay, no qué hueva. ¿Vámonos por la carretera litoral para respirar aire fresco? (aquí va la cara de "creés que cago pisto") la gasolina, la gasolina.
Nos acostumbramos a que en el amor se sufre. Perdónenme, ustedes amantes de las letras bíblicas y encíclicas de antaño; en el amor no se sufre, no me jodan. Ese es puro cuenterete de viejita traicionada o de maitro mal golpeado por una pérfida que supo hacérsela bien. No me jodan. Los mejores momentos me las he pasado amando: a mi familia, a mis mascotas, a mis amigas y amigos. Ese es igual amor, no me vengan con que se sufre. Es que la biblia... momento, ¿creerle al libro más violado de la historia? paso.
El discurso político nos lo tragamos como frijoles (porque, puesí, eso comemos sin remilgar) en "bala". sin siquiera parpadear, sin cuestionar, sin preguntar, sin leer entre líneas, sin averiguar qué hay detrás. Digerimos los eufemismos sin develar su sentido pleno. Triste.
Nos bancamos la música que viene, esa repetitiva, que me dicen que yo solo "coger" quiero porque sonrío o porque me pongo tal o cual ropa. Mi diversión es la música que me toca, que me llena, que me refiere a otros mundos, que evoca palabras nuevas, que me hacen experimentar sonidos que mis oídos aún no alcanzan a comprender, pero que igual me seducen. Una guitarra, amigos y la noche. Esa es la escena.
Soportamos (porque no tengo otro verbo que indique la repulsión que siento hacia ellos) los programas televisivos sin contenido, bayuncos, vulgares. Nos aguantamos que nos traten como pendejos, porque "eso es lo que quieren". Excúseme, yo no soy pendeja, ni me gusta que los presentadores (esos iletrados que, además, tratan como idiotas a la audiencia -sí, el gordo Max lo hizo con lo de la boda de la Tula -) me digan qué quiero, qué necesito, qué busco. Nunca he figurado en ninguna encuesta para que digan que "eso es lo que quiero". No me jodan.
Aceptamos, convivimos y (hasta me exigen) exigimos un sistema educativo opresor, sin tomar en consideración ni la más mínima expresión personal. No importa mi opinión, ni mis formas de proceder. Nadie preguntó si lo que quería aprender era física. Por eso siempre dije que el colegio te expande el conocimiento, pero te reprime el sentimiento. Yo quise hacer teatro, música; pero al colegio le importaba la matemática y la biología. Aceptamos, con resignación, que me echaran por no entrar a esos paradigmas. Heme aquí, entonces, con una carrera actoral frustrada.
Y así puedo seguir este círculo vicioso en el que rodamos como hamster bien entrenados. Puedo seguir, porque hemos aceptado esto como credo. Aceptar en su definición es:

aceptar conjugar ⇒

  1. tr. Recibir voluntariamente una cosa:
    no quiso aceptar el regalo.
  2. Aprobar o dar por bueno:
    la junta aceptó la subida.
  3. Admitir, conformarse:
    aceptar una solución.
  4. Obligarse por escrito a pagar una letra o libranza:
    el banco ha aceptado el talón.

No, en serio, no me gusta.

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