sábado, 30 de julio de 2011

hábitos asquerosos


Acá estoy, con la panza revuelta y la urgente necesidad de escribir.
Existen hábitos asquerosos que me traen a colación un pedazo de mi blog.
Hábito asqueroso 1: estornudar sin taparse la zona de la boca. ¿Han visto cuánta saliva sale? ¿La velocidad a la que viaja en el espacio? ¿Saben cuántos gérmenes viajan en ese espacio y velocidad? ¿Es que necesitas compartir eso con todos alrededor? simplemente, asqueroso.
Hábito asqueroso 2: comerse las uñas. Sé que es un hábito derivado de la ansiedad, pero, cuánta mugre no andarás de: el dinero, la tierra, la grasa de tu cara, el pasamanos en el bus, tocar una silla, el teclado de la compu, el mouse, tus amigos, tu familia, tu mascota, ¿sigo?
Hábito asqueroso 3: orinar en público... apestoso. Aquí vamos parejos: hombres y peor aún mujeres.
Hábito asqueroso 4: escupir, o peor aún "alborotar al gallinero", "jorgojear", "gargarear mucosidades", noooooooo, paso ...
Hábito asqueroso 5: "escarolearse" la nariz mientras la luz cambia de rojo a verde. Dejen en paz la nariz, para eso existen los pañuelos. No se les olvide que hay más alrededor, en su carrito, tranquilos, no necesito ver tu interior.
Hábito asqueroso 6: comerse los mocos (no comment)
Y seguiría, pero se me ha revuelto la panza.

jueves, 28 de julio de 2011

Hospitales


Créanme un optimista empedernida, pero me gustan los hospitales.
Hay buenas vibras bajo la frase "que te mejores",
Existen almas antiguas con rostros arrugados que llegan cargados de historias,
Hay almas nuevas después de horas y horas de partos con o sin dolor,
Existen guerreros y guerreras de bata blanca,
Se perpetua un aferramiento a la vida, increíble,
Hay gente afable que te ayuda a subir o bajar,
Veo familias que se apoyan,
Hay sonidos, hay vibras,
Y mi madre empatándome con el doctor que la atiende.
créanme una optimista empedernida, pero me gustan los hospitales.

martes, 26 de julio de 2011

sí quiero


Estoy harta de que me tachen de feminista, no lo soy.
Soy una mujer que merece oportunidades, además soy una mujer que sabe perfectamente las diferencias que existen entre hombres y mujeres: la fuerza bruta, la estatura, los tonos de voz, los desarrollos personales, los conozco.
No soy feminista. Por eso, hoy quiero decir que sí quiero.
No por ser mujer, pero quiero casarme de blanco, quiero tener un hombre a mi lado, quiero que me regalen flores, quiero celebrar aniversarios, quiero un beso de desayuno, quiero envejecer con él y sentarme cada tarde con una taza de café y pan dulce a discutir lo que hemos leído o visto en los periódicos y noticieros.
Quiero abrazarte en la cama antes de dormir, quiero ver películas que me gusten y que te gusten los domingos, quiero conocer paisajes nuevos con él y tomarme fotos juntos.
No lo hago por ser mujer. Lo hago porque a mi lado hay una mujer y un hombre que se han amado durante 36 años y hoy que ella está enferma, él está cual enfermero cuidándola.
Eso es amor, eso es lo que quiero.
Quiero un final feliz, quiero un baile de boda con "The way you look tonight" de Sinatra, quiero tener un bebé que tenga mis ojos, su cabello, su carácter, mi sonrisa, nuestra sangre. Quiero uno que me recuerde que estás en mí y yo en ti.
Eso quiero, no por ser mujer, si no porque he venido a ser feliz. Me han amado tanto en toda mi vida, que soy tan capaz de amar y luchar como cualquiera.
Quiero ser cómplice, amiga, amante, madre, compañera y más. Eso quiero.

lunes, 25 de julio de 2011

Yo no uso maquillaje

No, no lo uso. Aunque esto podría tomarse como aquella regla matemática del menos por menos es más, pues no, no uso maquillaje. Quienes me conocen, saben.
Y eso que me he criado con una mujer cuya imagen siempre fue impecable, pulcra y sobretodo maquillada. Pero no, fui de las que andaba en partidos de fut, beis, basket; en natación y voley. No, ahí no se necesita maquillaje, se corre. ¿Cómo lo sé? es obvio, sudás.
Quizás quiero creer en el valor de la sonrisa, esa que se define diccionariamente como: una expresión facial formada al flexionar los 17 músculos cerca de los extremos de la boca, pero también alrededor de los ojos. Pero una sonrisa que no está maquillada. Creo que hago esa connotación al maquillaje: ocultamiento. Si en los humanos, es una expresión común que refleja placer o entretenimiento, pues que ese placer se note, se vea, se sienta, se viva.
Sí, eso es, y aquí apliquen la ley matemática: más por más es MÁS. Creo en el valor de la sonrisa limpia, libre y soberana (cual república) que no esconde nada. Pero también creo en las lágrimas que corren sin perder tiempo en campo libre. Por eso no me maquillo, para que vean lo que siento, para ser transparente con quienes están cerca, para que quede claro quién soy y lo que llevo dentro.
Por eso no seguiré maquillándome, para que me vean, para que me sientan.


viernes, 22 de julio de 2011

Escala


Dentro de toda la manada que circula en el Gran San Salvador, y fuera de él, existe una escala personal que quiero compartir.
Es una clasificación que he desarrollado según mi experiencia de conductora. He manejado automóvil en casi 15 años y poco a poco fui categorizando a cada uno.
ESPECIE 1: los conductores de productos: son esos tipos - generalmente hombres - que conducen bajo la premisa de que "de todos modos es de la empresa" y van aventádose a cuanto ser se les ponga enfrente. Sin responsabilidad, ni precaución. Se avientan y aceleran sobre los límites normales. Seres arriesgados, peligrosos. Léase Diana, Coca Cola, Pepsi, Pollo Indio, Agua Cristal y por ahí nos vamos.
ESPECIE 2: taxistas: los canaritos se llevan los laureles en aceleración. Como deben entregar a su pasajero a tiempo, pues ahí van, arriesgándolo más que protegiendo a quienes llevan. Siempre se meten donde es imposible hacerlo y no responden a pitazos y mentadas de madre. Quizás no la tienen. Peligrosos número 2.
ESPECIE 3: microbuseros escolares: qué transportan, digo yo. Son peores. Lo grave del caso es que son mujeres; poniendo en mal al gremio femenino. Creo que están tan deseosas de deshacerse de los infantes que hacen hasta lo imposible por cubrir su cuota y se desquician al volante.
ESPECIE 4: camionetas (Porque entre más grande el carro, más listo el que va adentro) parece que el tamaño sí importa.
ESPECIE 5: Transporte público: Porque aunque no lo crean, tienen más pulso
ESPECIE 6: Los/as peatonas: Estos/as últimos no van al volante, pero son peligrosos. Muchos y muchas circulan como vacas en plena ciudad. Me remito a la pasarela del Parque Infantil.
La ciudad es la jungla que está llena de estas especie. Cuidado con ellas.

Fidel


Hay de tropiezos a tropiezos. Los hay de los que caen super bien: una buena oferta, un buen libro en la librería, un billete en el bolsillo, tráfico despejado; pero el más rico de todos: un buen amigo.
Ese tropiezo, además de intempestivo fue gratificantes, refrescante y energizante - si me falta algún adjetivo que diga lo bien que me cayó encontrarte, pues se lo ponés.
Me encontré con Fidel, un amigazo a quien le tengo una parcela en mi corazón.
Este hombre es grande - en todos los sentidos - y su avistamiento me llenó tanto, más que ver al Atlantis en su última misión. Me hizo pensar en los buenos tropiezos. Nos encontramos en un antro de perdición y consumismo. En la vorágine de gente fría, parece que creamos un nicho tibio en el que nos transferimos buenas vibras. Yo iba armada de un gran café, él solo su sonrisa y un fuerte abrazo de oso que me llenó por entero. Adentro y afuera.
La vida tiene estos momentos de reivindicación que agradezco, inmensamente. Le prometí escribir, y acá estoy escribiendo. Porque le dije: siempre hay que de qué escribir.
Fidel, vos sos de los tópicos que no se pueden dejar pasar para dedicarle una líneas en este espacio. Gracias por el tropiezo fortuito, el que nos permitió ponernos al tanto en tiempo récord y el que me permitió también recargar baterías, hacer planes y resolver el mundo linguístico en tan solo un tropiezo.

miércoles, 20 de julio de 2011

mi oficio


Muy poco hablo de la otra pasión que tengo. Una es la radio - para ir aclarando- estoy enamorada de las ondas hertzianas. Pero hace ya casi nueve (o 10) años que he descubierto otra pasión: enseñar.
Dicen que los conocimientos se van reforzando cada vez que le compartes a un joven de lo que ya sabes. Eso me pasa. Debo confesar que cuando comencé el poder me atrajo, pero aprendí que no radicaba ahí la magia del oficio. El centro es el educando, el aprendiz, el joven, el niño o niña que está depositando en uno la plena confianza. Ahí está la magia: en ellos, en su sed de conocimiento, en sus preguntas, en sus respuestas, en sus vidas.
Estos años me ha llenado más las frases: Ahora entiendo todo, con usted me siento cómoda o cómodo, he aprendido más en este ciclo que en toda mi vida de colegio, y así. Si tuviera que ganar en especies para alimentarme, estaría satisfecha, más.
Quiero acá agradecerle a esos alumnos y alumnas queme han retado con sus dudas y me han enseñado a enseñar. Sus miradas de discernimiento y las veces que he reforzado con ustedes mi teoría: "Jugando se aprende mejor".
Y también agradezco a mis colegas que lograron enseñarme cómo hablar más con mis tácticas educativas que con la etimología misma.
Espero tener siempre aula llena, sonrisas entusiasmadas por mis clases, dinámicas que compartir y conocimiento para compartir. Enseñar me llena de vida, y la vida siempre me da lecciones para enseñar.