martes, 21 de junio de 2016

Lo que queda

Esta semana ha sido NEFASTA, terrible, una mierda. Podría contar lo que pasó, pero prefiero contar lo que me hizo pensar. 

Murió Alfredo. No era un Alfredo cualquiera, era Alfredo mi amigo. Era con el que compartí por días un gusto culposo: La Academia. Sí, me quedaba en su casa a ver el programa. Y podría contar todo lo que compartimos, pero no quise escribir esto como álbum de recuerdos, no, para eso están todos los demás que están poniendo su foto en los perfiles propios a manera de homenaje. Es para lo que nos da en estos tiempos.

La cuestión es lo que queda, el sentimiento que comienza a llenarte el cuerpo. Esa sensación que comienza a llenarte toda; desde los pies, pasa dejándote todos los órganos comprimidos (incluyendo el estómago) y termina en los ojos. Te rebalsa en los ojos en forma de lágrimas. Eso. Parece que los recuerdos, las sensaciones, las experiencias, las palabras, los tonos de voz, las miradas, los gestos, las manías, los secretos... todo se te alborota y te va sacudiendo hasta que rebalsás en forma de lágrima. Se te sale ese ser querido donde hay una mejor manera, la más honrosa, de hacerlo.

Luego, viene un oleaje de nostalgia y dolor. Me invade la pregunta: ¿Habrá valido la pena MI vida? La respuesta siempre me deja la boca seca: No le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al olvido. Le tengo miedo a no dejar nada. Quizás por eso hago todo, para dejar por lo menos un vestigio de recuerdo en alguien. 

De hecho, no me importa si hablan pestes de mí, por lo menos dejé palabras en la boca de alguien. El miedo es casi surreal: ¿Podrá decir quien sea que marqué su vida? Enfrentarme a la muerte con las manos vacías, no poder defenderme con la luz que me espera, no tener nada sustentable que me ate al corazón de alguien. Eso me da un terror potente. 

¿Escribir un libro? Sólo uno en co-autoría; ¿Un hijo? De 4 patas y seguro se irá antes; ¿Un árbol? Ando con la pila de construir mi jardín. 

En este país que nos tocó nacer y sobrevivir no se sabe. Mientras tanto sigo luchando porque lo que hago sea escuchado por alguien, recordado por quien sea. De los libros, los discos, la ropa ya se encargará alguien de repartir todo.


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