Hablaba un día de estos con Karla. Ella fue una alumna a la que le tomé un inmenso cariño y, después del ciclo que nos tocó compartir como docente y alumna, nos hicimos amigas. Ha tenido a bien, compartir conmigo algunos fragmentos de su vida. En uno de ellos estaba involucrado el corazón.
En ese pedazo de historia hubo alguien que se le anudó cerquita a su corazoncito, pero no pudo ser. Esta persona lo que hizo (seguro en un arranque de olvidar todo lo que la recordaba) la aisló de su ciber-mundo. Es decir, la bloqueó o eliminó de las redes en donde se conectaban. Me sonaba familiar.
Como espíritu que se desdobla, me vi desde afuera. Esa es mi táctica: eliminar, bloquear, borrar.
Escuchando a esta niña, comenzó a explayarse en mí un sentimiento de vergüenza. Ese simple acto (ajeno) me estaba poniendo en evidencia. Yo le decía: "Pero es ridículo que te trate de "borrar" de una manera tan infantil", o algo así.
Realmente, me lo estaba diciendo a mí: "Kelly, es ridículo que tratés de convencerte que ese acto te coloca en un plano superior al otro". Esa tarde lo decidí. Ingresé a mi perfil en las redes sociales y me fui al tema de "Bloqueos", vi la lista de las personas que estaban, repasé las razones por las que había resuelto ponerlas ahí, lloré (dentro de ellos estaba el hombre con el que había hecho planes para construir una familia), uno por uno apreté el botón de "desbloqueo" y fui sintiendo un pequeño alivio en cada "click" que escuchaba. Al final, vi mi lista vacía y me dije: "Muy bien, ya pasó, si te buscan, te encontrarán; pero ya no soy la misma".
¿Las/os aceptaré? No sé, pero por lo menos estoy segura de que como café instantáneo todo lo que se anidaba en mí se ha disuelto. Se acabó.
Ahora, me quedaban pendientes estas palabras. Se lo prometí a otra persona especial que necesita darle click de ciertos "desbloqueo" y comenzar a respira.
Ardilla.
En ese pedazo de historia hubo alguien que se le anudó cerquita a su corazoncito, pero no pudo ser. Esta persona lo que hizo (seguro en un arranque de olvidar todo lo que la recordaba) la aisló de su ciber-mundo. Es decir, la bloqueó o eliminó de las redes en donde se conectaban. Me sonaba familiar.
Como espíritu que se desdobla, me vi desde afuera. Esa es mi táctica: eliminar, bloquear, borrar.
Escuchando a esta niña, comenzó a explayarse en mí un sentimiento de vergüenza. Ese simple acto (ajeno) me estaba poniendo en evidencia. Yo le decía: "Pero es ridículo que te trate de "borrar" de una manera tan infantil", o algo así.
Realmente, me lo estaba diciendo a mí: "Kelly, es ridículo que tratés de convencerte que ese acto te coloca en un plano superior al otro". Esa tarde lo decidí. Ingresé a mi perfil en las redes sociales y me fui al tema de "Bloqueos", vi la lista de las personas que estaban, repasé las razones por las que había resuelto ponerlas ahí, lloré (dentro de ellos estaba el hombre con el que había hecho planes para construir una familia), uno por uno apreté el botón de "desbloqueo" y fui sintiendo un pequeño alivio en cada "click" que escuchaba. Al final, vi mi lista vacía y me dije: "Muy bien, ya pasó, si te buscan, te encontrarán; pero ya no soy la misma".
¿Las/os aceptaré? No sé, pero por lo menos estoy segura de que como café instantáneo todo lo que se anidaba en mí se ha disuelto. Se acabó.
Ahora, me quedaban pendientes estas palabras. Se lo prometí a otra persona especial que necesita darle click de ciertos "desbloqueo" y comenzar a respira.
Ardilla.
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